jueves, abril 17, 2008

"Cómo cambiar el mundo" de David Bornstein

Cuando Luis Chitarroni, un amigo, me regaló este libro no me entusiasmé demasiado. El título expresa un idealismo en el que no creo. El subtítulo, sin embargo, me parecía más interesante y me hizo, finalmente, después de unos meses, empezar la lectura.

Ahora estoy completamente tomado por la historia de Ashoka, una red internacional que identifica y sostiene a emprendedores sociales de todas partes del mundo, por las historias particulares de esos emprendedores y sus increíbles logros, y aprendiendo muchísimo de las categorías y problemas que el autor aborda para desarrollar su tema.

Queda claro, desde hace tiempo que lo sabemos, que muchas iniciativas deben ser implementadas desde fuera del Estado, sobre todo si uno quiere lograr eficacia y avance. El Estado, además, encuentra una gran ayuda (cuando quiere trabajar y lograr bienestar, y no cuando quiere medrar con el malestar ajeno) en esos emprendimientos particulares.

El libro es súper recomendable: claro, abundante, excitante, una buena manera de darse manija con la tarea de hacer e inventar nuevos modos de hacer. Pienso en tanta gente que tiene, o dice que tiene, la intención de hacer cosas para colaborar con la construcción social de una comunidad más interesante y que no sabe muy bien cómo hacer, y pienso al mismo tiempo que se pueden inventar tantas cosas útiles y lindas. Este libro es muy útil para dar ese paso: el de aprender a hacer, en lo concreto, algo lindo.

A mí me lleva más pensar en una comunidad más "copada" o "rica", que en una más "justa" o más "decente", es decir, creo que la excitación es más valiosa que la moralidad, a eso iba en el posteo anterior (Ganas de vivir ). O mejor dicho, que dado el imperio de la ley (que es un marco básico de referencia valiosísimo, no justamente apreciado), creo que la tarea, el aporte, tiene que ver con poner en juego la excitación de nuestro entusiasmo personal, que es lo más productivo en nosotros, y no tanto con ponerse serios y graves.

Dicho de otro modo: la decencia se debe dar por descontada (está la ley, todos la apoyamos), lo que uno tiene de más aparece en su excitación personal, en su querer íntimo. Eso es riqueza social, eso es lo que aportamos a la comunida, sólo desde ahí se construyen cosas.

Aquí, el autor explica su búsqueda:

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