miércoles, febrero 07, 2007

Lecturas y exigencias

Entrar a una librería y deprimirse, o conflictuarse profundamente, es algo habitual. La causa: la sensación de que uno está en falta, que es mucho lo que no sabe, que hay tanto por leer y uno no ha logrado leer ni una mínima parte de lo que hubiera debido. Cada libro parece un reclamo. También pesa la desorientación, no saber quién es este o aquel, tener ganas de comprar un libro nuevo pero sentirse comprometido con el que uno aun no ha terminado (aunque no esté muy entusiasmado), etc. Las variantes por las cuales una visita a una librería se convierte en algo traumático son infinitas. Pero hay que cortar por lo sano y darse cuenta de algunas cosas.


Primero: los libros están para servirle a uno, no uno a los libros. Segundo: no hay libros objetivamente importantes, los libros valen lo que vale nuestro deseo de leerlos. No hay por qué leer algo que no tenemos ganas, por más "importante" que parezca ser. Tercero: no hay que leer, ni terminar de leer, ningún libro cuya lectura no se sostenga en el deseo personal. Si es un plomo, o simplemente no nos interesa mucho en ese momento porque tenemos ganas de otra cosa hay que dejarlo por la mitad sin ninguna culpa. En resumen: somos los dueños de la pelota, los que tenemos las riendas, los jefes. Estoy seguro de que mucha gente deja de leer por sentirse en falta a causa de este tipo de problemas.

No hay que leerlo TODO. No hay que leer lo que uno no tiene ganas de leer. El juego es encontrar UN libro y dedicarse a disfrutarlo. Después, otro. De a poco.

Ni siquiera hay por qué leer si uno no tiene ganas.

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