viernes, septiembre 01, 2006

Identificaciones afectivas

Me parece que mucha gente no puede pensar, y repite planteos que se hacen en los medios o en la opinión pública, porque están atados a algunas identificaciones fundamentales que resultan engañosas. El tema de si la izquierda o la derecha se juega en ese nivel primario y afectivo, que parece ser el índice de algo importante pero lo es sólo –para el que acepta las categorías- de su propia incapacidad de ver la realidad.

Las cuestiones ideológicas funcionan hoy como un velo que impide ver el mundo. Y son, básicamente, expresiones de un límite personal que tiene un sentido conservador y reaccionario. No hay hoy nada más limitante y reaccionario que una persona congelada en la idea de la bondad de la izquierda y defensora de esos ideales de buen ver pero siniestros en sus efectos. Casi parece que el grado de buenas intenciones es proporcional a la capacidad para hacer catástrofes sociales. No sigan defendiendo tanto al pueblo que vamos a terminar en un extremo de pobreza generalizado.

Ya resulta evidente que la idea de pueblo es una idea fascista, conveniente para movimientos como el peronista, que tradicionalmente muestra más capacidad para hundir al país que para salvarlo.

Las identificaciones limitantes son la expresión de un límite afectivo, y tienen que ver con la incapacidad de ir más allá de los planteos remanidos y maniqueos que pasan por ser “inteligentes” y por ser expresión de una “conciencia política”. Muchas veces la manifestación de la rebeldía es mera incapacidad de vivir, o fidelidad incuestionada a algunos modelos de referencia (familiares o culturales) frente a los que se siente un compromiso que no se logra nunca superar. Muchos no piensan por sí mismos porque no tolerarían tener posiciones distintas a las de sus seres queridos.

¿Cómo es posible que alguien se trague el verso de que con Blumberg avanza la derecha y el proceso? ¿Cómo es posible que este argumento que emite hoy la mafia política, convenza a personas de tipos tan distintos? Es el imperio del resentimiento y la incapacidad de pensar, y eso es lo que tiene una raíz personal emotiva. Hay que superar esas cómodas identificaciones tranquilizantes y reaccionarias, hay que ser capaz de mirar un poco más las cosas como son hoy.

El cuadro es de Paul Maze.

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