sábado, noviembre 12, 2005

¿Te parece poco?


Hablando del tema del sentido de la vida (y ya que estamos recomiendo la película del grupo humorístico inglés Monty Phyton llamada precisamente "The meaning of life"), quiero rescatar un artículo que publiqué en 1996 en la extinta revista La Maga, llamado...

¿Te parece poco?

Sí, pasamos, y nos vamos, y no hay otra vida, ni reencarnación, ni pertenecemos a ningún signo zodiacal que nos ampare o explique, y no quedará nada de nosotros, ni una sombra, ni una huella, tal vez un efecto sobre otros, pero ese efecto será parte de ellos y no una manifestación nuestra, porque aunque alguien nos recuerde no estaremos y su dolor al extrañarnos nada tendrá que ver con nuestra existencia agotada. Pasamos y ya está, no hay nada más allá de estos tres días en los que con suerte estamos juntos y nos conocemos un poco, y llegamos en algunos casos a querernos con una fuerza y una decisión que hace que nos parezca inmerecido ese final absoluto, total, sin apelación posible, pero es así, y no querer verlo es actuar de mala fe, es engañarse, es mentirse, es cobardía, es falsedad, es ser todavía un niño que niega que los aspectos duros de la existencia sean plenamente reales.

Pero lo son, y nadie nos preguntó nada, nadie nos consultó, como tampoco se nos consulta para preguntarnos si queremos desear una cosa u otra -simplemente la deseamos-, ni para preguntarnos si queremos enamorarnos de tal persona o de tal otra -simple, complejamente, nos enamoramos y ya está-, ni para saber si nos parece bien o no que existan las cosas que no queremos aceptar, el hambre, la injusticia, el abuso del poder, la mezquindad, porque todas esas cosas son partes irremplazables de la existencia y nada ni nadie, ninguna actitud, ningún esfuerzo, podrán eliminarlas, ni hacerlas retroceder ni aplacarlas, porque el movimiento de la realidad de la vida es básicamente un caos que no oye razones, y la razón una mera cataplasma posterior, aplicada por la voluntad o la negación pero nunca factible de ser sostenida al punto de eliminar el movimiento de la vida que sigue su propio impulso y no nos consulta.

El principal obstáculo para que algo similar a la filosofía pueda desarrollarse en nosotros es nuestra propia incapacidad para ver la verdad de las cosas. La idea de que la realidad debe ser corregida no es como suele creerse una oportunidad de producir experiencias interesantes sino en primer lugar una justificación para sostener un sinnúmero de falsedades, y en segundo lugar una forma de esquivar el trabajo de reconocer la realidad posible y participar en ella. No nos engañemos, sepamos pensar, avancemos, inventemos en la medida de lo posible, cosas reales, que tengan que ver con querer esta vida que se nos ofrece y no estén siempre basadas en un rechazo supuestamente fructífero pero en los hechos miserable e impotente.

Y para esto, mal que nos pese, es necesario aceptar lo que aceptar no querríamos, conocer el movimiento que está destinado a borrarnos y a hacernos padecer, que es el mismo sobre el cual es necesario montarse si realmente queremos producir esas cosas que decimos querer producir, porque todo hacer y querer es parte de esa violencia creadora fundamental de la vida y no consecuencias de un rechazo indignado.

¿Entonces no hay nada más que esta existencia desordenada, caótica, tan involucrada con el mal, indiferente? No, no hay, ¿te parece poco? ¿Necesitás algo más? ¿Esperabas a alguien? A ningún amparo puede apelarse.

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